lunes, 18 de agosto de 2008

Historia de una sonrisa

Desde hace algo más de dos meses estoy pudiendo disfrutar de una oportunidad que hasta ahora no se me había presentado o, al menos, con la capacidad cognitiva que pueda contar hoy día.

Actualmente los acontecimientos van girando en base a la pequeña personita que es nuestra hija y que poco a poco se va forjando en muchos sentidos: su cuerpecito, sus rasgos y, particularmente, sus expresiones, que hoy en día suponen buena parte de su forma de comunicación. Pero me quedo con una que es especialmente cautivadora para mi, como resulta su sonrisa.

Creo que el origen de ese especial "cautiverio" que padezco tuvo su origen hace apenas unos días, cuando llegaba el momento de vacunar a la pequeña, recién cumplidos sus primeros dos mesecitos de vida. Yo llegaba a casa en una pausa laboral a buscar a Cora y a mamá, y me esperaba con su dulce sonrisa, sin poder evitar por mi parte sentir cierto amargor por el mal rato que la esperaba a la vuelta de la esquina y que en su infantil ignorancia no podía prever. Después de ello, y cuando volvía a casa de mi jornada laboral su carita denotaba las secuelas de esos pinchazos, pero creó que me quedará grabado para mucho tiempo el regalo de esa sonrisita que contrastaba con su carita decaída. Entonces lo tuve claro; creo que no sonreía por ella, sino para mí, que era un regalo que me hacía, que de algún modo es consciente de que esas sonrisas nos llenan...no puede evitar estremecerme.
La pobre pasó ese día y el siguiente rendida, pero sacaba energía para dibujar una sonrisa que regalar a sus papás.

Soy consciente de que he cometido mis primeros errores como padre, de los que sin duda se aprende. Pero tal vez esos errores también estén enriqueciendo la forja de ese amor paterno-filial que hasta ahora sólo había tenido oportunidad de conocer desde otro punto de vista. Espero que sepamos hacerlo tan bien como lo han hecho con nosotros. No todos tienen la misma suerte




Calamaro: Plegaria de un niño dormido

domingo, 10 de agosto de 2008

Un día especial



Este ha sido un fin de semana especial. Un fin de semana en que se enmarcaba el punto de partida de un gran acontecimiento deportivo como son los Juegos Olímpicos, en que para nosotros la nota distintiva de la fecha era la boda de dos personas muy queridas. Un acontecimiento muy esperado en la familia desde hacía tiempo.

Si bien no sea por vía de la consaguinidad, desde hace tiempo me siento parte de una familia en la que desde el primer momento se me recibió con los brazos abiertos y con los estandartes del cariño y la camaradería.
Y aunque sean unos valores que quedan patentes en el día a día, en fechas señaladas como esta ocasión cabe hacer mención especial.
Siempre he estado de acuerdo en que, a diferencia de los amigos, la familia no se puede elegir. Cuando, usando el término de malabarista, mi compañera y yo elegimos un camino, esta parte de la familia me vino dada, pero siento que una elección mía no habría podido ser más acertada.

Mis mejores deseos para los novios

jueves, 7 de agosto de 2008

El Chupi



Estos últimos 4 días han supuesto una nueva experiencia. Por fin, y de forma casi inesperada he podido contar con 5 días de vacaciones, y hemos aprovechado para hacer una escapadita breve al norte, a Cantabria, a lalocalidad de Isla, con la particularidad de que han sido nuestras primeras vacaciones con la pequeña Cora. Y hemos disfrutado un montón. Cada pequeño detalle era un mundo nuevo. Desde los preparativos, en que apenas contabas con espacio para una maleta cuando la pequeña lleva su propio despliegue de medios, el viaje con paradita para saciar su apetito, el acontecimiento de montar su cunita de viaje, su primer contacto con la playa, su baño de protector solar que dejaba una capa sobre su pielecilla que nos hacía cierta gracia, sus siestas sobre la arena, a las que se hizo muy bien... las previsiones dicen que en unos días volveremos...si las vacaciones lo permiten.

Entre uno de todos esos momentos hicimos una paradita que esperaba con ganas; no era otro lugar que la terraza del bar Chupi, en la capital cántabra. Quiene más quien menos me habrá oído mencionar el vino de coco, pues es el lugar en que se puede degustar, además desde un porrón y acompañado, en este caso, por unos mejillones y unas aceitunitas. Lo recomiendo para la próxima escapada, además está muy cerquita del Sardinero...Rincón Oscuro ya lo tiene en su lista.